jueves, 14 de abril de 2016

Mi primer amor

Ya no me importaba si estaba en la clase, si había profesora o si no la había, si los demás estudiantes me miraban o si no. No me importaba nada de lo que sucediera a mi alrededor, porque lo único que existía en ese momento era esa niña a la que no le conocía el nombre, esa niña de ojos verdes y grandes que me miraba la cara y notaba como yo me ponía rojo por sentir su atención.
La maestra hablaba algo que no recuerdo y yo seguía de pie viéndola, así, quieto y detenidamente tratando de no perderme ni un aspecto de su ser. Solo quería observarla sin mesura, sin cuidado, solo mirarla hasta aprenderme cada ángulo de su rostro, cada vértice, cada comisura de su piel. En definitiva, mis ojos estaban totalmente puestos en ella, tanto que el sonido del exterior ya no lo sentía ¡es que no quería sentir! Quería ver, ver  y tocar eso que se asemejaba a una diosa.
-¡Jackson! ¡Jackson! ¡JACKSON!
Y así fue como desperté de mi letargo, de ése del que no quería salir. Me estremesí e hice un pequeño brinquesito, ¡me habían despertado! La maestra me señaló un puesto y me senté inmediatamente. Durante toda la clase lo único que supe era que no sabia su nombre, solo podía imaginarlo, prescindir de algo de alguien que es tan diferente a todo lo que había visto. No pude mas que no dejar de mirarla y apreciarla.
Un compañero me dio su nombre, Gloria, e inmediatamente pensé en que nombre tan descriptivo y acertado tiene. Los siguientes días no pude mas que pensar en su nombre y en ella e imaginarme lo que le diría cuando nos habláramos por primera vez.
Y esa primera vez llego, de la nada se sentó a mi lado y me miro a los ojos y yo a ella, mi cuerpo se sintió incomodo con su presencia, nunca la había tenido tan cerca como ahora, sentía como mis pupilas se dilataban y ponía cara de estúpido empedernido, pues su mirada era lo único que existía para mi. Casi podía saber como saldrían mis palabras al decir un simple ¡hola! Una ola de reacciones químicas se alborotaban dentro de mi y me hacían sudar, mi boca entre cerrada, entre abierta,... temblando dijeron ¡hola!

Mi primer amor (segunda version) 


Desde muy pequeño me han gustado las películas de acción, donde el héroe es una persona sin más poderes que los que podría tener una persona que se esfuerza en realidad, donde el malo podría ser alguien creíblemente verdadero  y donde el bien triunfa sobre el mal. Una de las películas que me causó más impacto fue "tras líneas enemigas". Desde que la vi (más o menos a los diez años) me empezó a apasionar todo lo que tuviese que ver con lo militar y los aviones de la fuerza aérea !pasaba horas viendo fotografías de aquellos F16 y F18! Un día, después de que mi papá llegase del trabajo, me atreví a decirle que me matriculara en un colegio militar, no sabía cuál iba a ser su respuesta, pero estaba decidido a empezar mi carrera en la milicia. Ese día mi padre no me presto mucha atención, sentí como que mi sueño no se iba a realizar. Pues yo era tan solo un niño de diez años ¿quién me prestaría atención?  
Al cabo de unos días sabía que ya no podía seguir pensando en eso ¡eso! en lo que no podía llegar a ser. Mientras todo esto pasaba sobre mi cabeza, yo acababa de llegar a mi casa después de salir del colegio, entré a mi habitación y oí la voz de mi mamá que me llamaba, no pasó mucho tiempo hasta que fui a ver qué era lo que necesitaba. Me paré de frente a ella y noté que traía una bolsa medianamente grande entre sus manos, ella me sonreía y me pidió que la abriese. Yo estaba algo emocionado !y cómo no estarlo! a fin de cuentas era un regalo. Lo abrí y saque un uniforme verde, unas botas pesadas color café y otro uniforme blanco. Mire a mi madre a los ojos y sentí una tremenda alegría, era como el mejor regalo que me habían hecho jamás. En ese momento, ella me contó que yo comenzaría clases a finales de enero, y supe de inmediato que ese sería mi primer paso para ser un piloto de la fuerza aérea.   
Llegó Enero y con él, mi sueño de ser piloto. En mi calendario ya había fijado la fecha del primer día de clases. Ese día no tardó mucho. Recuerdo haberme levantado muy animado y con expectativas, recuerdo que durante el camino hacia el colegio no  pensé en mayores cosas, yo estaba algo ido, como que no me lo creía. Al llegar, vi un edificio de solo 5 pisos y algo pequeño en mi opinión. Me pregunté si en realidad habría clase, pues la puerta de la entrada estaba cerrada y no había indicios de algún estudiante. Toqué la puerta y el portero me abrió, un tipo extraño. Me llevo a coordinación y la coordinadora pidió a una maestra que me condujese al salón que me correspondía, obviamente había llegado tarde. Durante todo el camino hacia el salón de clases, mis piernas no paraban de  temblar, ya no era tan valiente como al comienzo del mes, de verdad ya me estaba asustando el hecho de estudiar en un colegio tan estricto como ese. Sin darme cuenta y en poco ya me encontraba de frente a la entrada de la clase. La maestra que me había traído me presentó ante la otra maestra de turno y ella a su vez pidió que me presentara ante los demás. 
Inmediatamente después de su imperativo reclamo, comencé a hablar sobre de dónde provenía, datos personales, gustos, en fin… muchas cosas de las que no quería decir nada. Mientras vocalizaba, trataba de no dirigir la mirada a los demás, y aunque yo no quería (por el miedo) no pude evitarlo, levanté mi rostro y sin querer, vi  los ojos más lindos que había visto en mi vida.  En ese momento ya no me importaba si estaba en la clase, no me importaba nada de lo que sucediera a mi alrededor, porque lo único que existía en ese momento, era esa niña a la que no le conocía el nombre, esa niña de ojos verdes  y grandes que me miraba la cara y notaba como yo me ponía rojo al sentir su atención.  
No tarde mucho en mi presentación. La maestra hablaba de algo que no recuerdo y yo seguía de pie viéndola así, quieto y detenidamente, tratando de no perderme ni un aspecto de su ser. Solo quería observar sin mesura, sin cuidado, solo mirarla hasta aprenderme cada ángulo de su rostro, cada vértice, cada comisura de su piel. En definitiva, mis ojos estaban totalmente puestos en ella, tanto que el sonido del exterior ya no lo sentía. ¡Es que no quería oír! Quería ver, ver  y tocar eso que se asemejaba a una diosa.   
-¡Jackson! ¡Jackson! ¡JACKSON!  
Y así fue como desperté de mi letargo, de ése del que no quería salir. Me estremecí e hice un pequeño brinquito ¡me habían despertado! La maestra me señaló un puesto y me senté inmediatamente. Durante toda la clase lo único que supe era que no sabía su nombre, solo podía imaginarlo, prescindir de algo de alguien que es tan diferente a todo lo que había visto. No pude más que no dejar de mirarla y apreciarla. 
Al cabo de unos días, ya había simpatizado con algunos de mis compañeros, Un compañero me dio su nombre, Gloria, e inmediatamente pensé “¡Que nombre tan descriptivo y acertado tenía!” Los siguientes días no pude más que pensar en su nombre y en ella e imaginar lo que le diría cuando habláramos por primera vez.   
Y esa primera vez llegó. De la nada se sentó a mi lado y me miró a los ojos y yo a ella, mi cuerpo se sintió incómodo con su presencia, nunca la había tenido tan cerca como ahora. Sentía como mis pupilas se dilataban y ponía cara de estúpido empedernido, pues su mirada era lo único que existía para mí. Casi podía saber cómo saldrían mis palabras al decir un simple ¡hola! Una ola de reacciones químicas se alborotaba dentro de mí y me hacían sudar. Mi boca entre cerrada, entre abierta, temblando dijo un inestable... ¡hola!  
Luego de eso, pasamos a ser muy buenos amigos. Prácticamente yo sabía todo sobre ella y ella, todo sobre mí. Entre nosotros no había secretos ni temores, solo una confianza mutua. Recuerdo que siempre íbamos juntos tomados de la mano, su mano y la mía, el calor que eso producía, las tardes en el descanso, lo molestas que eran sus amigas, las charlas sin sentido pero con mucho significado, la sensación de nuestros abrazos. Todo eso me hizo sentir lo que no había sentido hasta ese momento y lo que no he vuelto a sentir, pues su presencia calmaba mi angustia, angustia de no verla, no tocarla, no mirarla, no sentirla; saber que no estaba con migo era como pensar que estaba con otra persona.   
Yo no conocía mucha gente en ese nuevo colegio, pero ella sí, ella estaba allí desde tercer grado y siempre me presentaba a sus amigos (los de bachillerato y once grado) como su novio. No me tomaba muy enserio el hecho de que ella me presentase de esa manera, pensaba que simplemente lo hacía amanera de juego, también porque ellos al verme con Gloria se reían y sé que le decían que yo era un mal chiste; quizás por mi edad, quizás mi estatura (que era ligeramente más pequeña que la de ella), quizás por mi cara aún de niño pequeño, y es que ella notablemente se veía mayor a mí, aunque solo nos lleváramos un año. Su cuerpo lo decía todo, las curvas, la estatura, su voluptuosidad, una mujer completa, no una niña. No sabía si lo de nosotros era un juego para ella o era en verdad. Pero algo tengo presente, y es nuestra promesa.  
Era la clase de sociales, siempre aburrida y toda monótona, las palabras de la profesora resonaban siempre n mis oídos y me susurraban para que yo me quedara dormido. Aquel día fue diferente, la maestra nos dijo a todos los estudiantes que fuéramos a la sala de proyecciones, porque íbamos a ver un documental, creo que su nombre era “Tierra”. Recuerdo que ella posó cuidadosamente su cabeza en mi hombro y colocó, suave y sin medida, sus manos bajo mi camisa tocando mi abdomen. Mi yo interior se estremeció inmediatamente y podía sentir el calor recorrer mi rostro que fue bajaba hasta mi torso y calentaba las manos de ella.  
Recuerdo que en el documental había muy lindas imágenes de todo lo que había en la Tierra, montes, mares, profundidades,  animales, desiertos, nevados ¡Los cielos y la tierra eran algo que nunca había visto de esa manera! Tan magníficos. Recuerdo que, sin pensarlo, le dije que me diera su mano, y ella la sacó de mi camisa, yo la tomé y le dije que estirara su dedo meñique, ella lo hizo. Yo hice lo mismo y juntamos nuestros dedos en un lazo y le dije que mirara a la pantalla y que sin importar si nos separábamos, si dejábamos de ser lo que somos, iríamos los dos juntos a esos lugares y los veríamos con nuestros propios ojos. Justo ahí, dirigió su mirada a mí y noté cómo entrecerró sus ojos dibujando la felicidad en ellos mientras me decía, con una sonrisa en sus labios “por supuesto”. Eso fue lo único que necesité para saber que nuestra promesa era única y solo nuestra. Al salir de ver el documental, sentí que me hacía falta algo, algo que no había hecho y que debía hacer. Sentía el tic nervioso en mi dedo corazón, y sin pensarlo le dije a ella:   
-¡Gloria! ¿Te puedo dar un beso?  
Mis palabras habían sido concisas y nada duras, más bien reclamantes de lo que yo sentía y quizás ella también. Inmediatamente cambió su postura, y podía oír a sus amigas emocionarse por lo que yo había dicho. Podía ver en su rostro una expresión de sorpresa absoluta, y pude ver que, sin pensarlo, se abalanzó sobre mí, puso sus manos alrededor de mi cuello  y me dio un lento y no muy corto beso en la boca.…