ENSAYO

Lo que me dejó - ensayo primera versión

La contingencia como una forma de entender ese acto reproductor de situaciones que tienen uno o varios vínculos, con uno o varios significados y que se interconectan para formar esto que llamamos tiempo y espacio y todo lo que en él abarca. Desde hace relativamente mucho tiempo, he querido dar o encontrar sentido a mi vida y en función a eso, dar o encontrar uno o varios significados que la misma pueda tener; no concibo seguir viviendo sin saber cómo vivo,  sin saber el porqué vivo y sin saber quién soy yo. En relación a esta última, saber de dónde vengo y a dónde quiero ir o a donde me estoy dejando ir. En lo que resta de este texto pretendo plantear un matiz de mi vida, y tratar de analizarlo lo más a fondo posible en torno a la problemática que plantee anteriormente; trataré,  sino muy bien de encontrar una respuesta o varias a esas preguntas que nombré, al menos de comprender esto que es bien conocido como contingencia, y cómo los hechos mínimos transforman la perspectiva que hago de mí como un yo subjetivo anterior, de mí como un yo ahora, y de mí como un yo después.

Desde muy pequeño me han gustado las películas de acción, donde el héroe es una persona sin más poderes que los que podría tener una persona que se esfuerza en realidad, donde el malo podría ser alguien creíblemente verdadero  y donde el bien triunfa sobre el mal. Una de las películas que me causó más impacto fue "tras líneas enemigas". Desde que la vi (más o menos a los diez años) me empezó a apasionar todo lo que tuviese que ver con lo militar y los aviones de la fuerza aérea !pasaba horas viendo fotografías de aquellos F16 y F18! Un día, después de que mi papá llegase del trabajo, me atreví a decirle que me matriculara en un colegio militar, no sabía cuál iba a ser su respuesta, pero estaba decidido a empezar mi carrera en la milicia. Ese día mi padre no me prestó mucha atención, sentí como que mi sueño no se iba a realizar. Pues yo era tan solo un niño de diez años ¿quién me prestaría atención?

Al cabo de unos días sabía que ya no podía seguir pensando en eso !Eso En lo que no podía llegar a ser¡ Mientras todo esto pasaba sobre mi cabeza, yo acababa de llegar a mi casa después de salir del colegio. ntré a mi habitación y oí la voz de mi mamá que me llamaba, no pasó mucho tiempo hasta que fui a ver qué era lo que necesitaba. Me paré de frente a ella y noté que traía una bolsa medianamente grande entre sus manos, ella me sonreía y me pidió que la abriese. Yo estaba algo emocionado !y cómo no estarlo! a fin de cuentas era un regalo. Lo abrí y saque un uniforme verde, unas botas pesadas color café y otro uniforme blanco. Mire a mi madre a los ojos y sentí una tremenda alegría, era como el mejor regalo que me habían hecho jamás. En ese momento, ella me contó que yo comenzaría clases a finales de enero, y supe de inmediato que ese sería mi primer paso para ser un piloto de la fuerza aérea.

Llegó Enero y con él, mi sueño de ser piloto. En mi calendario ya había fijado la fecha del primer día de clases. Ese día no tardó mucho. Recuerdo haberme levantado muy animado y con expectativas, recuerdo que durante el camino hacia el colegio no  pensé en mayores cosas, yo estaba algo ido, como que no me lo creía. Al llegar, vi un edificio de solo 5 pisos y algo pequeño en mi opinión. Me pregunté si en realidad habría clase, pues la puerta de la entrada estaba cerrada y no había indicios de algún estudiante. Toqué la puerta y el portero me abrió, un tipo extraño. Me llevo a coordinación y la coordinadora pidió a una maestra que me condujese al salón que me correspondía, obviamente había llegado tarde. Durante todo el camino hacia el salón de clases, mis piernas no paraban de  temblar, ya no era tan valiente como al comienzo del mes, de verdad ya me estaba asustando el hecho de estudiar en un colegio tan estricto como ese. Sin darme cuenta y en poco ya me encontraba de frente a la entrada de la clase. La maestra que me había traído me presentó ante la otra maestra de turno y ella a su vez pidió que me presentara ante los demás.

Inmediatamente después de su imperativo reclamo, comencé a hablar sobre de dónde provenía, datos personales, gustos, en fin… muchas cosas de las que no quería decir nada. Mientras vocalizaba, trataba de no dirigir la mirada a los demás, y aunque yo no quería (por el miedo) no pude evitarlo, levanté mi rostro y sin querer, vi  los ojos más lindos que había visto en mi vida.  En ese momento ya no me importaba si estaba en la clase, no me importaba nada de lo que sucediera a mi alrededor, porque lo único que existía en ese momento, era esa niña a la que no le conocía el nombre, esa niña de ojos verdes  y grandes que me miraba la cara y notaba como yo me ponía rojo al sentir su atención.

No tardé mucho en mi presentación. La maestra hablaba de algo que no recuerdo y yo seguía de pie viéndola así, quieto y detenidamente, tratando de no perderme ni un aspecto de su ser. Solo quería observar sin mesura, sin cuidado, solo mirarla hasta aprenderme cada ángulo de su rostro, cada vértice, cada comisura de su piel. En definitiva, mis ojos estaban totalmente puestos en elle ¡tanto¡ Que el sonido del exterior ya no lo sentía. ¡Es que no quería oír! Quería ver, ver  y tocar eso que se asemejaba a una diosa.

-¡Jackson! ¡Jackson! ¡JACKSON!
Y así fue como desperté de mi letargo, de ése del que no quería salir. Me estremecí e hice un pequeño brinquito ¡me habían despertado! La maestra me señaló un puesto y me senté inmediatamente. Durante toda la clase lo único que supe era que no sabía su nombre, solo podía imaginarlo, prescindir de algo de alguien que es tan diferente a todo lo que había visto. No pude más que no dejar de mirarla y apreciarla.

Al cabo de unos días, ya había simpatizado con algunos de mis compañeros, Un compañero me dio su nombre, Gloria, e inmediatamente pensé “¡Que nombre tan descriptivo y acertado tenía!” Los siguientes días no pude más que pensar en su nombre y en ella e imaginar lo que le diría cuando habláramos por primera vez.

Y esa primera vez llegó. De la nada se sentó a mi lado y me miró a los ojos y yo a ella, mi cuerpo se sintió incómodo con su presencia, nunca la había tenido tan cerca como ahora. Sentía como mis pupilas se dilataban y ponía cara de estúpido empedernido, pues su mirada era lo único que existía para mí. Casi podía saber cómo saldrían mis palabras al decir un simple ¡hola! Una ola de reacciones químicas se alborotaba dentro de mí y me hacían sudar. Mi boca entre cerrada, entre abierta, temblando dijo un inestable... ¡hola!
Luego de eso, pasamos a ser muy buenos amigos. Prácticamente yo sabía todo sobre ella y ella, todo sobre mí. Entre nosotros no había secretos ni temores, solo una confianza mutua. Recuerdo que siempre íbamos juntos tomados de la mano, su mano y la mía, el calor que eso producía, las tardes en el descanso, lo molestas que eran sus amigas, las charlas sin sentido pero con mucho significado, la sensación de nuestros abrazos. Todo eso me hizo sentir lo que no había sentido hasta ese momento y lo que no he vuelto a sentir, pues su presencia calmaba mi angustia, angustia de no verla, no tocarla, no mirarla, no sentirla; saber que no estaba con migo era como pensar que estaba con otra persona.

Yo no conocía mucha gente en ese nuevo colegio, pero ella sí, ella estaba allí desde tercer grado y siempre me presentaba a sus amigos (los de bachillerato y once grado) como su novio. No me tomaba muy enserio el hecho de que ella me presentase de esa manera, pensaba que simplemente lo hacía amanera de juego, también porque ellos al verme con Gloria se reían y sé que le decían que yo era un mal chiste; quizás por mi edad, quizás mi estatura (que era ligeramente más pequeña que la de ella), quizás por mi cara aún de niño pequeño, y es que ella notablemente se veía mayor a mí, aunque solo nos lleváramos un año. Su cuerpo lo decía todo, las curvas, la estatura, su voluptuosidad, una mujer completa, no una niña. No sabía si lo de nosotros era un juego para ella o era en verdad. Pero algo tengo presente, y es nuestra promesa.

Era la clase de sociales, siempre aburrida y toda monótona, las palabras de la profesora resonaban siempre n mis oídos y me susurraban para que yo me quedara dormido. Aquel día fue diferente, la maestra nos dijo a todos los estudiantes que fuéramos a la sala de proyecciones, porque íbamos a ver un documental, creo que su nombre era “Tierra”. Recuerdo que ella posó cuidadosamente su cabeza en mi hombro y colocó, suave y sin medida, sus manos bajo mi camisa tocando mi abdomen. Mi yo interior se estremeció inmediatamente y podía sentir el calor recorrer mi rostro que fue bajaba hasta mi torso y calentaba las manos de ella.

Recuerdo que en el documental había muy lindas imágenes de todo lo que había en la Tierra, montes, mares, profundidades,  animales, desiertos, nevados ¡Los cielos y la tierra eran algo que nunca había visto de esa manera! Tan magníficos. Recuerdo que, sin pensarlo, le dije que me diera su mano, y ella la sacó de mi camisa, yo la tomé y le dije que estirara su dedo meñique, ella lo hizo. Yo hice lo mismo y juntamos nuestros dedos en un lazo y le dije que mirara a la pantalla y que sin importar si nos separábamos, si dejábamos de ser lo que somos, iríamos los dos juntos a esos lugares y los veríamos con nuestros propios ojos. Justo ahí, dirigió su mirada a mí y noté cómo entrecerró sus ojos dibujando la felicidad en ellos mientras me decía, con una sonrisa en sus labios “por supuesto”. Eso fue lo único que necesité para saber que nuestra promesa era única y solo nuestra. Al salir de ver el documental, sentí que me hacía falta algo, algo que no había hecho y que debía hacer. Sentía el tic nervioso en mi dedo corazón, y sin pensarlo le dije a ella:

-¡Gloria! ¿Te puedo dar un beso?

Mis palabras habían sido concisas y nada duras, más bien reclamantes de lo que yo sentía y quizás ella también. Inmediatamente cambió su postura, y podía oír a sus amigas emocionarse por lo que yo había dicho. Podía ver en su rostro una expresión de sorpresa absoluta, y pude ver que, sin pensarlo, se abalanzó sobre mí, puso sus manos alrededor de mi cuello  y me dio un lento y no muy corto beso en la boca.…

Lo que me dejó - ensayo segunda versión

La contingencia como una forma de entender ese acto reproductor de situaciones que tienen uno o varios vínculos, con uno o varios significados y que se interconectan para formar esto que llamamos tiempo y espacio, y todo lo que él abarca. Desde hace relativamente mucho tiempo, he querido dar o encontrar sentido a mi vida y en función a eso, dar o encontrar uno o varios significados que la misma pueda tener. No concibo seguir viviendo sin saber cómo vivo, porqué vivo y quién soy. Y en relación a esta última, saber de dónde vengo y a dónde quiero ir o a donde me estoy dejando llevar. En lo que resta de este texto pretendo plantear un matiz de mi vida, y tratar de analizarlo en torno a la problemática que planteé anteriormente. Trataré,  sino muy bien, de encontrar una respuesta o varias a esas preguntas que nombré, al menos de comprender esto que es bien conocido como contingencia, y cómo los hechos mínimos transforman la perspectiva que hago de mí como un yo subjetivo anterior, de mí como un yo ahora, y de mí como un yo después.

Desde muy pequeño me han gustado las películas de acción, donde el héroe es una persona sin más poderes que los que podría tener una persona que se esfuerza en la realidad, donde el malo podría ser alguien creíblemente verdadero  y donde el bien triunfa sobre el mal. Una de las películas que me causó más impacto fue "tras líneas enemigas". Desde que la vi (más o menos a los diez años) me empezó a apasionar todo lo que tuviese que ver con lo militar y los aviones de la fuerza aérea, pasaba horas viendo fotografías de aquellos F16 y F18. Un día, después de que mi papá llegase del trabajo, me atreví a decirle que me matriculara en un colegio militar, no sabía cuál iba a ser su respuesta, pero estaba muy decidido a conseguir lo que quería. Ese día mi padre no me presto mucha atención, sentí como que mi sueño no se iba a realizar. Pues yo era tan solo un niño de diez años ¿quién me prestaría atención? Al parecer, ese era mi pensamiento en ese momento.

Al cabo de unos días sabía que ya no podía seguir pensando en eso ¡eso en lo que no podía llegar a ser! Mientras todo esto pasaba sobre mi cabeza, yo acababa de llegar a mi casa después de salir del colegio, entré a mi habitación y oí la voz de mi mamá que me llamaba, no pasó mucho tiempo hasta que fui a ver qué era lo que necesitaba. Me paré de frente a ella y noté que traía una bolsa medianamente grande entre sus manos, ella me sonreía y me pidió que la abriese. Yo estaba algo emocionado ¡Y cómo no estarlo! a fin de cuentas era un regalo. Lo abrí y saque un uniforme verde, y uno segundo blanco y al final, unas botas pesadas color café. Miré a mi madre a los ojos y sentí una tremenda alegría, era como el mejor regalo que me habían hecho jamás. En ese momento, ella me contó que yo comenzaría clases a finales de enero, y supe de inmediato que ése sería mi primer paso para ser un piloto de la fuerza aérea tal cual como en la película.

Llegó Enero y con él, mi sueño de ser piloto. En mi calendario ya había fijado la fecha del primer día de clase. Ese día no tardó mucho. Recuerdo haberme levantado muy animado y con expectativas, recuerdo que durante el camino hacia el colegio no  pensé en mayores cosas, en cambio, estaba algo ido y un poco desubicado. Al llegar, vi un edificio de solo 5 pisos y algo pequeño en mi opinión. Me pregunté si en realidad habría clase, pues la puerta de la entrada estaba cerrada y no había indicios de algún estudiante. Toqué la puerta y el portero me abrió, un tipo extraño. Me llevó a coordinación y la coordinadora pidió a una maestra que me condujese al salón que me correspondía, obviamente había llegado tarde. Durante todo el camino hacia el salón de clases, mis piernas no paraban de  temblar, ya no era tan valiente como a comienzo del mes, de verdad ya me estaba asustando el hecho de estudiar en un colegio tan estricto como ese. Sin darme cuenta y en poco, ya me encontraba de frente a la entrada de la clase. La maestra que me había traído me presentó ante la otra maestra de turno, y ella a su vez pidió que me presentara ante los demás.

Ya aquí, se puede notar cómo el sólo hecho de haber visto una película, la impresión que eso produjo en mí, todo lo que tuvo que ocurrir para que yo llegara a ese lugar; provocó una descentración de lo que antes creía querer para mí. Y es que es notable el hecho de que la película fue lo que marcó una decisión, una decisión que primero tuvo que pasar por un proceso de construcción para que se diera la misma (y eso no está explícito en el texto). Ya hasta ese momento se puede rescatar también, que por simple que parezca ser la situación en cuestión, no se debe de subestimar lo importante que puede llegar a ser el hecho mismo.

Inmediatamente después de su imperativo reclamo, comencé a hablar sobre de dónde provenía, datos personales, gustos, en fin… muchas cosas de las que no quería decir nada. Mientras articulaba palabras sin mucho sentido, trataba de no dirigir la mirada a los demás, y aunque yo no quería mirar a nadie (por el miedo) no pude evitarlo, levanté mi rostro y sin querer, vi  los ojos más lindos que había visto en mi vida.  En ese momento ya no me importaba si estaba en la clase, no me importaba nada de lo que sucediera a mi alrededor, porque lo único que existía en ese momento era esa niña a la que no le conocía el nombre, esa niña de ojos verdes  y grandes que me miraba la cara y notaba como yo me ponía rojo al sentir su atención.

No tardé mucho en mi presentación. La maestra hablaba de algo que no recuerdo y yo seguía de pie viendo a la niña de ojos verdes, así, quieto o más bien petrificado, tratando de no perderme ni un aspecto de su ser. Solo quería observar sin mesura, sin cuidado, solo mirarla hasta aprenderme cada ángulo de su rostro, cada vértice, cada comisura de su piel. En definitiva, mis ojos estaban totalmente puestos en ella, tanto, que el sonido del exterior ya no lo sentía. ¡Es que no quería oír! Quería ver, ver  y tocar eso que se asemejaba a una diosa.

Con relación a los dos párrafos anteriores, se puede distinguir ya una situación muy diferente de la primera (en la que llego al colegio), y es que ahora están las mismas variables, emoción, situación, contexto, intersubjetividad; pero con la diferencia que cambia el contenido mismo de la significación que se toma de la situación en sí. No es lo mismo estar nervioso cuando se llega a un sitio nuevo (en el texto el colegio), a estar nervioso cuando encuentras el amor de tu vida. Ya ahí, cambian muchas cosas, por ejemplo, la manera como el sujeto ve la realidad, o al menos cómo la percibe. Esto de percibir no es sólo por decirlo, en el párrafo anterior se describe el momento en que este muchacho se queda viendo a esa niña que acaba de ver, y cómo la percepción sensorial de lo que estaba a su alrededor le perturbaba junto con lo que él mismo siente.

-¡Jackson! ¡Jackson! ¡JACKSON!

Y así fue como desperté de mi letargo, de ése del que no quería salir. Me estremecí e hice un pequeño brinquito ¡me habían despertado! La maestra me señaló un puesto y me senté inmediatamente. Durante toda la clase lo único que supe era que no sabía su nombre, solo podía imaginarlo, prescindir de algo de alguien que es tan diferente a todo lo que había visto. No pude más que no dejar de mirarla y apreciarla.

Al cabo de unos días, ya había simpatizado con algunos de mis compañeros, un compañero me dio su nombre, Gloria, e inmediatamente pensé en ¡Que nombre tan descriptivo y acertado tenía! Los siguientes días no pude más que pensar en su nombre y en ella, e imaginar lo que le diría cuando habláramos por primera vez.

Y esa primera vez llegó. De la nada se sentó a mi lado y me miró a los ojos y yo a ella, mi cuerpo se sintió incómodo con su presencia, nunca la había tenido tan cerca como ahora. Sentía como mis pupilas se dilataban y ponía cara de estúpido empedernido, pues su mirada era lo único que existía para mí. Casi podía saber cómo saldrían mis palabras al decir un simple ¡hola! Una ola de reacciones químicas se alborotaba dentro de mí y me hacían sudar. Mi boca entre cerrada, entre abierta, temblando dijo un inestable... ¡hola! Ya ahí, con el tiempo detenido y a la vez andando, seguimos hablando, a decir verdad no recuerdo nada sobre esa primera conversación, solo sé que podría describirla con tal detalle, que cien páginas serían poco.

Luego de eso pasamos a ser muy buenos amigos. Prácticamente yo sabía todo sobre ella y ella, todo sobre mí. Entre nosotros no había secretos ni temores, solo una confianza mutua. Recuerdo que siempre íbamos juntos tomados de la mano. Su mano y la mía, el calor que eso producía, las tardes en el descanso, lo molestas que eran sus amigas, las charlas sin sentido pero con mucho significado, la sensación de nuestros abrazos. Todo eso me hizo sentir lo que no había sentido hasta ese momento y lo que no he vuelto a sentir, pues su presencia calmaba mi angustia, angustia de no verla, no tocarla, no mirarla, no sentirla; saber que no estaba con migo era como pensar que estaba con otra persona.

Yo no conocía mucha gente en ese nuevo colegio, pero ella sí, ella estaba allí desde tercer grado y siempre me presentaba como su novio hacia sus amigos, los de bachillerato y once grado. No me tomaba muy enserio el hecho de que ella me presentase de esa manera, pensaba que simplemente lo hacía amanera de juego, también porque ellos al verme con Gloria se reían y sé que le decían que yo era un mal chiste; quizás por mi edad, quizás mi estatura (que era ligeramente más pequeña que la de ella), quizás por mi cara aún de niño pequeño, y es que ella notablemente se veía mayor a mí, aunque solo nos lleváramos un año. Su cuerpo lo decía todo, las curvas, la estatura, su voluptuosidad, una mujer completa, no una niña. No sabía si lo de nosotros era un juego para ella o era en verdad. Pero algo tengo presente, y es nuestra promesa.

Era clase de sociales, siempre aburrida y toda monótona, las palabras de la profesora resonaban en mis oídos y me susurraban para que yo me quedara dormido. Aquel día fue diferente, la maestra nos dijo a todos los estudiantes que fuéramos a la sala de proyecciones porque íbamos a ver un documental, creo que su nombre era “Tierra”. Ya allí, recuerdo que ella posó cuidadosamente su cabeza en mi hombro y colocó, suave y sin medida, sus manos bajo mi camisa tocando mi abdomen. Mi yo interior se estremeció inmediatamente y podía sentir el calor recorrer mi rostro que bajaba hasta mi torso y calentaba las manos de ella.

Recuerdo que en el documental había muy lindas imágenes de todo lo que había en la Tierra, montes, mares, profundidades,  animales, desiertos, nevados ¡Los cielos y la tierra eran algo que nunca había visto de esa manera!!Únicos porque ella estaba a mi lado¡ Recuerdo que, sin pensarlo, le dije que me diera su mano, y ella la sacó de mi camisa, yo la tomé y le dije que estirara su dedo meñique, ella lo hizo, yo hice lo mismo, y juntamos nuestros dedos en un lazo y le dije que mirara a la pantalla y que sin importar si nos separábamos, si dejábamos de ser lo que somos, iríamos los dos juntos a esos lugares y los veríamos con nuestros propios ojos. Justo ahí, dirigió su mirada a mí y noté cómo entrecerró sus ojos dibujando la felicidad en ellos mientras me decía, con una sonrisa en sus labios “por supuesto”. Eso fue lo único que necesité para saber que nuestra promesa era única y solo nuestra. Al salir de ver el documental, sentí que me hacía falta algo, algo que no había hecho y que debía hacer. Sentía el tic nervioso en mi dedo corazón, y sin pensarlo le dije a ella:

-¡Gloria! ¿Te puedo dar un beso?

Mis palabras habían sido concisas y nada duras, más bien reclamantes de lo que yo sentía y quizás ella también. Inmediatamente cambió su postura, y podía oír a sus amigas emocionarse por lo que yo había dicho. Podía ver en su rostro una expresión de sorpresa absoluta, y pude ver que, sin pensarlo, se abalanzó sobre mí, puso sus manos alrededor de mi cuello  y me dio un lento y no muy corto beso en la boca.…

"los cambios físicos de la Tierra y del complejo entramado de relaciones entre los seres se originan en múltiples y heterogéneas causas y, por ello, son aleatorios y no envuelven finalidad alguna" (Rodríguez, 1996, P. 159). En consecución a lo anterior, quiero traer colación el punto importante de lo que trato de decir, y es que una situación en específico, llamase hecho, momento o lo que sea; no sucede porque está destinado a que pase, más bien es el hecho mismo en función de otras muchas causas que provocaron su existencia. Y hablo de existencia de un hecho, hecho que para el sujeto puede significar mucho o no puede significar nada.

Ahora, en relación con el texto, comencé por escribir todo un conjunto de sucesos que tuvieron lugar en mi vida, y que considero son importantes para que sucediera lo que pasó al final de mi autobiografía, que fue el beso en sí mismo. De este modo escribí, a manera sucesoria, lo que pasó antes del beso y que además lo provocó en cuestión. En este sentido, tomo el beso y lo convierto en el hecho final e importante de todo el entramado de palabras, palabras que quise fueran premonición del beso.

Y lo anterior para explicar que,  así como en el texto escribí todo lo que sucedió antes del beso, de esa misma manera en la vida real se puede ver esto. Y hablo de que esos momentos, esos pequeños sucesos que normalmente se descuidan y se creen insignificantes, y que en realidad hacen parte de lo que mueve este mundo y lo que le da forma al mismo,  son lo que funcionan como respuesta al porqué de lo que sucede. Y me detengo para hablar sobre el sentido ¿Cuál es el sentido que tomó de mi vida según lo que he vivido?

Al hablar de lo que he vivido, también hablo de lo que me ha pasado, y de lo que le ha pasado a los que me rodean. Éstos también están en la misma posición que yo. En consecuencia, son muchos los factores que cambian la vida de los demás,  por ejemplo; los objetos, las imágenes, los pensamientos, las personas, las palabras, el lenguaje, y así, muchas cosas más; y no el simple destino. Toda esta bolsa de factores se mueve aleatoriamente sin forma alguna de predecir. Quizás se dibujan patrones en el comportamiento aleatorio de la contingencia, y se podría hablar de probabilidades, más no de predicciones certeras de lo que puede suceder. Así; no considero que sea el destino, Dios o lo que sea se cree controla el mundo; lo que controla mi vida. La gente podría decir que bien yo solo me opongo a que Dios sea el que me dirige por la simple razón de que no concibo la idea de que alguien controle lo que me sucede ¡SÍ¡ puede ser el caso, pero no escribo esto sólo porque no soporte pensar en que me controlan, lo escribo también porque es prácticamente un hecho que Dios, el destino o sea lo que sea, no puede existir, y no puede existir porque no es lógico dentro de mi lógica. 

"Un hombre inocente y bueno se encuentra bajo un árbol y lo mata un rayo ¿cree usted (y de verdad me gustaría saberlo) que Dios mató a este hombre de manera preconcebida? Muchas o la mayoría de las  personas así lo creen; yo no puedo, y no lo creo. Si usted piensa así ¿cree que cuando un vencejo atrapa un mosquito, Dios ha predeterminado que este determinado vencejo atraparía a ese mosquito concreto en ese instante concreto? Creo que el hombre y el mosquito se encuentran en las mismas circunstancias. Si ni la muerte del hombre, ni la del mosquito estaban predeterminadas, no veo ninguna razón para creer que lo estuviera su origen primitivo o su aparición en la Tierra" (Autobiografía, p. 118, citado por Rodríguez 1996)

Según lo anterior y para finalizar, considero que lo que le da sentido a mi vida es tratar de ver el mundo con las gafas de la ciencia, de lo concreto, e incluso de  lo que no parece concreto. Y recalcó en consecuencia a todo lo que ya dije, que la aleatoriedad que distingue tanto a los hechos contingentes, es lo que explica todo lo que pasa. Causa y efecto, acción y reacción (segundo postulado de la teoría de Newton), son lo que explican muchas cosas y me ayudan a situarme en un contexto que me afecta, y en ese sentido, quiero finalizar diciendo que soy la consecuencia de toda la historia del universo, así como lo es usted señor lector. 


Bibliografía
Rodríguez, L. (1996). Darwin Evolución y contingencia: Darwin Evolución y contingencia. Agora, XV (2), 159.

Rodríguez, L. (1998). Darwin Evolución y contingencia: Darwin Evolución y contingencia. Agora, XV (2), 159-160.


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